La educación sexual es parte
indispensable de la educación integral y esta es necesaria para el desarrollo
armónico de los individuos. No hay manera de ofrecer al educando una educación
sexual adecuada sin inculcar en él o ella, simultáneamente, las ideas de
responsabilidad para consigo mismo(a) y para con lo(a)s demás, de equidad entre
los sexos, de tolerancia y de libertad como autodeterminación.
Una adecuada educación sexual, aun
cuando sea temprana, no entraña precocidad, ni promiscuidad, sino que, como
todo conocimiento, debe preparar a la persona para enfrentar mejor la vida. La
información oportuna, confiable y pertinente evita que la curiosidad reprimida
se vuelva a la larga en una actitud morbosa: silenciar ciertos temas en el aula
o en el hogar no los cancela; más bien, al convertirlos en lo prohibido y
darles una carga negativa, estimula la curiosidad y la vuelve una práctica oculta.
En nuestros
días, no podemos ignorar que los temas de sexualidad se exhiben cotidianamente
en la televisión, los vídeos, las revistas y, la mayoría de las veces, de
manera deformada y de-formante. Los medios de comunicación, benéficos en muchos
otros sentidos, han roto la barrera que dividía el mundo de los adultos del
mundo de los niños, niñas y adolescentes, y es a nosotros(as), maestros(as), en
combinación con los padres y madres de familia, a quienes corresponde, cuando
menos, intentar la rectificación de ese bombardeo de mensajes que de forma
caótica y desorientadora reciben niños y niñas actualmente.
La educación
sexual es asunto tanto de la familia como de la escuela, pues el desarrollo
sexual se manifiesta en estos ámbitos y es deseable que en uno y otro se den
las condiciones que promuevan que sea sano y responsable. Y recordemos que ser
responsable significa que uno está obligado a responder: obligado a dar
respuestas, pero respuestas a la altura de los problemas que la realidad nos
coloca delante. Nuestra tarea como maestras y maestros es de gran
trascendencia, pues nos toca responder a las dudas y a la necesidad de
conocimientos de esa parte de la sociedad que, precisamente, estamos formando.
LENGUAJE ENCUBRIDOR
Ya no es
posible mantener el lenguaje encubridor, ni las actitudes evasivas que
conocimos en nuestra infancia quienes hoy somos adultos. Los niños, niñas y
adolescentes actuales, expuestos como ya se ha dicho, a toda clase de mensajes
y experiencias, necesitan formarse un criterio que les permita discriminar
correctamente la información y hacer frente a las presiones que puedan recibir.
No será con el silencio ni con prejuicios y temores como podremos ayudarlos.
En nuestra
época se habían presentado innumerables transformaciones, y en algunas hemos de
participar nosotros como padres-madres, maestros-maestras,
ciudadanos-ciudadanas. Ahora hace falta que niñas, niños y adolescentes sepan
cómo funciona su cuerpo, qué es sano y qué no, y también que distingan cuándo
son oportunas ciertas prácticas y por qué y, sobre todo, que cada quien
comprenda las responsabilidades que tiene consigo mismo(a) y con lo(a)s demás.
No podemos ignorar ese derecho que niños, niñas y adolescentes tienen de
informarse y formarse en todas las áreas de su desarrollo.
UNA VIDA MAS PLENA
La educación
sexual contribuirá a que niños, niñas y adolescentes tengan una vida más plena
en el futuro: a que asuman su vida más sana y equilibradamente. Educamos a las
personas menores de edad en el hábito del ahorro, en el amor a la naturaleza e
inclusive en asuntos de vialidad, con la intención de que el día de mañana
cuenten con actitudes y valores, estén preparados y puedan relacionarse mejor
con los demás. Lo mismo ocurre con la educación sexual: esta debe
prepararlos(as) para que en el futuro ejerzan y disfruten su sexualidad de
manera responsable, ya que con ella se habrán de establecer las bases del
respeto y de la tolerancia que son indispensables para toda forma de
convivencia armónica entre los individuos y, obviamente, para la sana y
constructiva convivencia de los individuos en sociedad.
Los hábitos de higiene y salud del
cuerpo, la calidad de convivencia con personas del propio sexo o del sexo
contrario, son asuntos cuyas raíces deberán formarse en la niñez. Para nosotros
padres-madres, maestros-maestras, adultos-adultas, es indispensable saber
acerca de la sexualidad empezando por la propia, actualizarnos, ya que para
poder educar, debemos, a la vez, educarnos.
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